jueves, 17 de enero de 2019

Un bife "sequito"

En mi último año en el técnico, me alcanzó con ir de vez en cuando para terminar en septiembre las clases.
No me perdía los talleres, pero había clases que no iba mas. De esos días eran los viernes.
Mamá, un tiempo revendió toallas, toallones, sabanas y acolchados, (de ahí que tengo la obsesión de mirar las calidades de sabana por donde voy) igual que hacía su hermano, tío Mario, solo que el revendía juguetes, cds, peliculas y demas cosas similares. Es por esto que mas o menos me acordaba del once.
Como ya no iba a la técnica, los viernes por la mañana, empecé a ayudar al tío en el rondín de compras por el once. Mi función era ayudarlo con las pesadas e inmanejables cajas. Entre el rondín de negocios veíamos a muchos rusos que me saludaban como de toda la vida (y quienes si cruzo hoy en la calle, me paran a saludarme) Recuerdo especialmente una media mañana que me agarro con muchísima hambre, a la altura de sanatorio Mitre (y a partir de acá mi mente divaga un poco en la exactitud de la dirección) encontré un pequeño restaurante minutero que con el olor me llamó, al entrar, un camarero entrado en años (lo mismo que su mandil lleno de grasa) me dio la bienvenida y me indicó los platos del día.
Yo era chico y sería la segunda o tercera vez que comía en un "restoran" además, cabe brindar el dato que como buen provinciano (a 30kms de la capital) comía bifes como mínimo 3 veces por semana!
Pido un bife para mi (sequito) con papas fritas y un vaso de vino con soda o a lo mejor era una coca... El caso es que llego la comida y al rato cayó tío Mario. Para el fue una comida mas, hablamos de por que no tenía novia y que saliera mas de joda y mil pavadas mas. Para mi ese bife fue una cosa de otro mundo, puedo afirmar que ese bife me cambió para siempre. En mi recuerdo hasta lagrimeo en cada bocado, un sabor sublime, una textura mas allá de lo que había probado nunca. Literalmente una cosa de otra realidad!
Con el  pasar del tiempo deje de ayudar a tío Mario y me aleje del once. A los años trate dos veces de comer en ese lugar, con una distancia importante entre cada una de las veces, y en ambas la decepción fue insoportable. La primera vez me mentí que había sido una grata experiencia revivida pero lo cierto es que nada era igual. O quizás yo no era igual, por la misma época conocía, me enamoraba, me separaba y nos despediamos (en varias oportunidades) con quien por mucho tiempo creía que era la mujer de mi vida.
Y es una de estas noches frías, donde miro para atrás y pienso que quizás el bife no tenía nada de malo, en la segunda o tercer vez.
El problema, quizás, es que no se puede revivir un momento sublime, no importa cuánto lo intentes.

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